Hay quien diría que eso se debe a que soy observadora. Yo matizaría y más bien me referiría a mí misma como cotilla o fisgona. Pero a mi favor he de decir que, si no hubiera sido por esta afición mía, no habría descubierto la existencia de Clari/Naranjito. Es más, si Clari/Naranjito no hubiese sido un gran cotilla, su hermanita Pitu no habría seguido sus pasos...
¿La veis? Te hemos pillado... ¡¡cotilla!!
Y de mi observación también deduzco que yo no soy la única cotilla, porque... ¿quién no se ha colocado alguna vez detrás de una cortina intentando no ser descubierto? Yunus, te veo...
La siguiente conclusión a la que he llegado es que el afán de fisgar no lo comparten sólo gatos y humanos. Los perros, esos que presumen de ser los mejores amigos del hombre son unos... ¡¡cotillas!! Y a las pruebas me remito:
Mirad al disimulado éste... ¿se pensaba que no lo iba a descubrir? ¡Ja! Pues menuda cotilla soy yo... A pesar de esa pose de estatua lo he pillado...
Aunque para poco discreto éste otro perro tamaño caballo, sobre el que yo podría galopar sin problemas dado su gigantismo...
Conclusión final: todos llevamos un cotilla dentro y el fisgoneo no entiende de especies.