Y os preguntaréis que por qué no me levanto a las 6, les doy la comida y sigo durmiendo. Pues la respuesta es que NO ME DA LA GANA porque yo he dicho que se desayuna a las 7 y tienen que esperar hasta las 7. Y porque si me levanto a las 6 al cabo de los días me despertarán a las 5 y entonces será cuando me tire por la ventana (con ellos...).
El caso es que con todo este trajín, algunos días después de comer no puedo resistirlo y me quedo traspuesta. Y esos diez minutillos de siesta me saben a gloria, aunque nada más abrir el ojo me encuentre ésto:
Apolo, a escasos centímetros de mi cara, me observa. Sirio, en segundo plano, me taladra con la mirada.
No les hace falta hablar, me queda todo bien clarito con sus miradas. Y que no se me ocurra subirlos al maletero e irme a hacer otra cosa, porque al volver...
Apolo y Yunus dando miedo. Por suerte en el armario no guardo los cuchillos...
El caso es que haga lo que haga me siento observada. Me miran, me observan, me taladran el cerebro... ¡¡no tengo intimidad!! Sólo os diré que en mi baño la taza del WC está justo delante del bidé...
Sirioooooo, ¡¡no me mires así que no puedo!!