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Vaaaaale, venga, lo cuento... Mi chico y yo hemos nos hemos planteado muchas veces la siguiente cuestión: ¿qué pasaría si nos separásemos? Sí, ya sé que deberíamos hablar de otras cosas más positivas como qué pasaría si tuviésemos un hijo, o qué tal si les damos una alegría a nuestros padres y nos casamos o para cuándo el sexto gato (noooo, esto último no, por favor!!!!). Pero no podemos evitar que de vez en cuando aparezca esta cuestión tan trágica: la separación y sus consecuencias.
Por lo general, la conversación empieza pacíficamente. Yo tengo claro que tendría que mudarme, porque el piso es de sus padres, pero él es consciente de que el coche me lo quedo yo. Con la lavadora que haga lo que quiera, que para eso nos la donó su hermana, pero el lavaplatos se viene conmigo, yo lo elegí, encargué y pagué. La cama se la regalo, que suena mucho, las fundas nórdicas me las llevo, para algo las compré a mi gusto.
Él es bastante conformista y suele aceptar lo que yo le propongo, las cosas de la casa no le importan demasiado. Pero la conversación empieza a subir de tono cuando me dice: "¿y los gatos? habrá que repartirlos, ¿no? Yo traje a Yunus y a Estrellita, me los tendré que quedar..."
Minerva: "¿y esos gritos? se avecina tormenta..."
¿Perdona? ¿qué dices de los gatos? ¿repartir?...
Ja.
¡JA!
Mira, a ver si te queda claro porque esto ya lo hemos hablado: los gatos, rey, se vienen conmigo. TODOS. Se vienen conmigo porque soy su madre y porque sí. Y porque si me dices lo contrario me tenso y me sale esa parte chula y violenta de mí que sólo aflora cuando conduzco y cuando me tocan a mis gatos. Y todavía tiene la cara de decirme "no serás capaz de hacerme eso, ¿no?"...
Mira, no me enfades, que no respondo. Que yo por mis gatos... ¡ma-to!
Sirio y Yunus: "vamos donde quieras, pero no nos hagas levantarnos..."