sábado, 7 de septiembre de 2013

A 5.760 kilómetros de casa

Estaba yo tan tranquila ejerciendo de turista con mi guía, mis pantalones cortos y mis sandalias con calcetines blancos (Noooo, ¡¡esto último no!! La dignidad es lo primero...) pensando en las trastadas que podrían estar haciendo mis gatos, cuando de pronto recibo un mensaje en mi móvil con las siguientes fotos:
 Minerva refleja sus ojos-láser en el cristal de la mesa.
 
 Sirio aniquila con la mirada al fotógrafo que osa interrumpir su cena.
 
 Estrellita se dispone a beber agua radioactiva de la regadera. ¿Se ha mudado a Londres? ¿Qué es esa niebla?
 
Sirio, no contento con la mirada anterior, vuelve a amenazar al fotógrafo con el exterminio de la humanidad.

Yo, después de esto, fui incapaz de conciliar el sueño a 5.760 kilómetros de casa. Pero por Dios, ¿qué les pasa a mis gatos? ¿Qué les está dando su padre de comer? ¿Plutonio? ¿Criptonita?

Me daba un poco de miedo volver, temía que mis gatos se hubiesen transformado en seres monstruosos, pero por suerte  me encontré con mis peluditos de siempre, y con un recibimiento de croquetas y revolcones que hizo que se me pasara el jet-lag.

Y del viaje pues os traigo también unas fotos. Son del gato de la tienda de la esquina de nuestro apartamento, donde íbamos a comprar víveres después de 12 horas sin parar de caminar (qué sacrificado es el turismo). Cuando eres un gato y vives en una tienda, lo mismo te da dormir sobre los bollos que sobre las judías pintas, el caso es tener bien vigilados a los clientes...




Qué bonito es viajar, cuántas cosas nuevas se aprenden, peeeeero... qué bien se está en casita rodeada de mis gatos :)